Dreaming and Living Nuclear Dreams

(Vea la versión en español a continuación.)

By Dr CINTLI

Akin to my recent column on “The Song of the Quetzal,” I have also written about other people I did not know existed, but later came to know, a generation later.

“Nuclear Dreams” is a science fiction story about trying to prevent the end of the world that has already ended. It includes the gathering of the few survivors at what had been Dodger Stadium. I wrote it in 1982, during the Cold War, when we were seemingly on the “eve of destruction.”

A few years ago, I met one of the survivors of that nuclear war and also met her real-life neighbor, in his 90s, who also figures prominently in my fictional story.

For me, this story starts with a vial. The survivor, Angelica, which was her name in my story, invited me to a meditation session at a health fair where she gave out aromatic vials, which is what jarred my memory. I hadn’t thought about that story in decades.

I told her about the story and how it involved a vial. I searched for the story and finally found it in the last box, shortly before I was moving out of my house last year. I glanced at it, but without reading it, I scanned it and sent it to her. After reading it, she asked me if I had read it?

“No,” I replied. “Why,” I asked her.

“Just read it and then let’s talk.”

After reading it, I was startled. I went to see her and with trepidation, asked her why she had wanted me to read it?

“Because I believe I am in your story.” Implicit was that she was Angelica, the main character.

At that point, everything became surreal. When I read it, Angelica was the only character that she could have been. And I described her to a T.

To prevent nuclear destruction, seven vials buried at strategic locations worldwide, were supposed to prevent nuclear fission and thus the world would not end. In my story, I was supposed to locate a vial, a three-day walk from my house, hidden at the base of a tree in Southern California, and then rebury it, also a three-day walk from there. I did locate it, but I eventually decided against reburying it and instead threw it as far away as I could because I determined that if I reburied it, then Angelica would cease to exist.

The old adage that life imitates art is true, but apparently, art and dreams also imitate life. In the story, the dream involves two real-life art pieces that actually pre-exist my story. If I elaborate, I will ruin the story, but suffice to say that some 35 years later, I met Angelica in real life. And yes, it was she that gave me that vial.

Apparently, time and space have collapsed and reality and fiction have blurred. Today, Angelica and I are best of friends. And yet, it is difficult not to see her as the survivor in my story. But Angelica is very real, in flesh, blood and spirit.

When I wrote the nuclear dreams story, she had not yet been born and yet I knew her prior to me writing it. How do I explain that, or her existence or our relationship? I was a character in my own story as was Angelica and her neighbor. Regarding those two paintings, they actually exist in real life and one of them, is a split image of Angelica’s elderly neighbor.

None of this, especially her existence, is explainable, nor makes any sense, except perhaps in dreamworld. Yet, I am convinced that no-one can explain this, except her. She tells me all this has an explanation. Something about the past and the future. I listen and I want to believe. She actually tells me she conjured me up. That’s funny because I thought I had conjured her up. We now live 1,500 miles apart and yet, I feel closer to her, someone who, in effect, may simply be a figment of my imagination or but a character out of one of my stories. And yet, I cherish her. She exists in my life, and yet she doesn’t. I fear that one day, I will wake from this dream. From these dreams. And she will no longer exist.

Isn’t the translation for Angelica: angelic? My guardian angel?

This is not the 1st time my stories — including the sic-fi ones — from the mid-1970s-mid-1980s have come true to life. Xochipilli is another such story about a child who wanted to know who built Teotihuacan’s massive pyramids. Now, as an elder, the question he pursues, is why were they built? That is for another time. No doubt there is an explanation. No doubt.

Roberto Dr. Cintli Rodriguez is an associate professor emeritus at the University of Arizona Mexican American Studies and is the author of several books, including “Our Sacred Maiz is Our Mother” (2014), “Yolqui: A Warrior Summoned from the Spirit World” (2019) and “Writing 50 years Amongst the Gringos,” published recently by Aztlan Libre Press. Email XColumn@gmail.com.

Soñar y vivir Sueños Nucleares

Por el Dr. CINTLI

Al igual que en mi columna reciente sobre La Canción del Quetzal, también he escrito sobre otras personas que no sabía que existían, pero que luego llegué a conocer, una generación después.

Nuclear Dreams es una historia de ciencia ficción sobre tratar de prevenir el fin del mundo que ya terminó. Incluye la reunión de los pocos supervivientes en lo que había sido el Dodger Stadium. Lo escribí en 1982, durante la Guerra Fría, cuando aparentemente estábamos en "vísperas de la destrucción".

Hace unos años, conocí a uno de los supervivientes de esa guerra nuclear y también conocí a su vecino de la vida real, de unos 90 años, que también figura de forma destacada en mi historia de ficción.

Para mí, esta historia comienza con un vial o frasco. La sobreviviente, Angélica, que era su nombre en mi historia, me invitó a una sesión de meditación en una feria de salud donde repartió frascos aromáticos, que es lo que sacudió mi memoria. No había pensado en esa historia en décadas.

Le conté la historia y cómo involucraba un frasco. Busqué la historia y finalmente la encontré en la última casilla, poco antes de mudarme de mi casa el año pasado. Lo miré, pero sin leerlo, lo escaneé y se lo envié. Después de leerlo, me preguntó si lo había leído.

"No", respondí. "Por qué", le pregunté.

"Solo léelo y luego hablemos".

Después de leerlo, me sorprendí. Fui a verla y con temor le pregunté por qué quería que lo leyera.

"Porque creo que estoy en tu historia". Estaba implícito que ella era Angélica, el personaje principal.

En ese momento, todo se volvió surrealista. Cuando lo leí, Angélica era el único personaje que podía haber sido. Y la describí perfectamente.

Para evitar la destrucción nuclear, se suponía que siete viales enterrados en lugares estratégicos de todo el mundo evitarían la fisión nuclear y, por lo tanto, el mundo no se acabaría. En mi historia, se suponía que debía ubicar un frasco, a una caminata de 3 días desde mi casa, escondido en la base de un árbol en el sur de California, y luego volver a enterrarlo, también a una caminata de 3 días desde allí. Lo ubiqué, pero finalmente decidí no volver a enterrarlo y, en cambio, lo arrojé tan lejos como pude porque decidí que si lo volvía a enterrar, Angélica dejaría de existir.

El viejo adagio de que la vida imita al arte es cierto, pero aparentemente, el arte y los sueños también imitan a la vida. En la historia, el sueño involucra 2 piezas de arte de la vida real que en realidad preexisten a mi historia. Si doy más detalles, arruinaré la historia, pero basta decir que unos 35 años después, conocí a Angélica en la vida real. Y sí, fue ella quien me dio ese frasco.

Aparentemente, el tiempo y el espacio se han derrumbado y la realidad y la ficción se ha hecho borrosa. Hoy, Angélica y yo somos las mejores amigos. Y, sin embargo, es difícil no verla como la superviviente de mi historia. Pero Angélica es muy real, en carne, sangre y espíritu.

Cuando escribí la historia de los sueños nucleares, ella aún no había nacido y, sin embargo, la conocía antes de escribirla. ¿Cómo explico eso, o su existencia o nuestra relación? Yo era un personaje de mi propia historia, al igual que Angélica y su vecina. En cuanto a esas dos pinturas, en realidad existen en la vida real y una de ellas es una imagen casi exacta de su vecino anciano de Angélica.

Nada de esto, especialmente su existencia, es explicable, ni tiene ningún sentido, excepto quizás en el mundo de los sueños. Sin embargo, estoy convencido de que nadie puede explicar esto, excepto ella. Ella me dice que todo esto tiene una explicación. Algo sobre el pasado y el futuro. Escucho y quiero creer. De hecho, me dice que me conjuró. Eso es gracioso porque pensé que yo la había conjurado. Ahora vivimos a 1500 millas de distancia y, sin embargo, me siento más cerca de ella, alguien que, en efecto, puede ser simplemente un producto de mi imaginación o un personaje de una de mis historias. Y, sin embargo, la aprecio. Ella existe en mi vida y, sin embargo, no. Temo que algún día despertaré de este sueño. De estos sueños. Y ella ya no existirá.

¿No es la traducción de Angélica: angel? ¿Mi ángel guardián?

Esta no es la primera vez que mis historias, incluidas las de ficción de sciencia, de mediados de la década de 1970 hasta mediados de la década de 1980, se vuelven realidad. Xochipilli es otra historia similar sobre un niño que quería saber quién construyó las enormes pirámides de Teotihuacán. Ahora, como anciano, la pregunta que persigue es ¿por qué se construyeron? Eso es para otro momento. Sin duda hay una explicación. Sin duda.

Roberto Dr. Cintli Rodríguez es profesor asociado emérito en la Universidad de Arizona y es autor de varios libros, incluido "Yolqui: un guerrero convocado desde el mundo espiritual". También dirige el Raza Killings Database Project: Xcolumn@gmail.com

From The Progressive Populist, December 1, 2021


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