The recent elections have once again highlighted the existence of two Americas. One is that of the world of Republicans, Democrats and Independents. The other is the one made up of those deemed as “enemy others” by the US body politic.
There is a reason that the political system of this country is known as “The Great American Experiment.” Personally, I don’t know what that reason is, but presumably, it is fiction. Akin to American exceptionalism and even the American Dream, the three are predicated upon two other foundational myths: providence and manifest destiny.
Both of these foundational myths regarding the colonization of “the Americas” are purportedly based on God’s wishes, though, no, God did not grant Christians/Europeans the United States, much less “the Americas.” It is difficult for Americans to grasp the notion that their founding and guiding philosophies have always been - not democracy, freedom, equality and justice for all - but white supremacist and colonial in nature, and always at the expense of people of color.
All the platitudes about democracy and equality have little or nothing to do with the histories of POCs in the United States. Witness the idea that in this election, according to Rep. Liz Cheney, in regards to Republicans, “team normal,” triumphed. As such, like-minded GOPers believe or hope that these elections have now buried the Orange wing of their party.
Truthfully, neither party has ever gone to bat 100% for POCs in recognizing their full humanity and full human rights. Rather than supporting reparations for land and labor stolen, both parties have instead wrestled over milquetoast solutions, such as affirmative action and “equal representation” - to more equally exploit? In that realm, one party has now morphed into an anti-rights party. The other party is generally better on domestic issues, such as abortion, the environment and the rights of women and children, etc, though nearly identical in international affairs.
And yet, when dealing with systemic issues, including systemic racism, one party denies this reality and believes everything is reduced to individualism, including individual responsibility. The other party often says all the right things, but what changes? No matter which institution flagrantly violates the human rights of POCs, impunity reigns supreme.
But we are still supposed to believe in a system that exploits and dehumanizes POCs, never treating them as full human beings.
What is democracy when educators are attacked for teaching what is often left out of school textbooks; the legacy of genocide, land theft and slavery? What is democracy when a nation attempts to impose an official history, religion, language, color and a worldview?
What is democracy when students are programmed to believe in fairy tales, but are not permitted to learn labor history and when they can not be taught a class or gender analysis in school, much less critical race theory. All this while governments and schools ban books, artwork, speech and music that teach that which is omitted by public schools. And worse is the accompanying self-censorship.
This is not limited to ancient history. What is democracy when racial profiling, in effect, is an official policy of every branch of government, from local, to state to federal, especially when it involves law enforcement, the courts and the carceral system?
So let’s examine American exceptionalism, the great American experiment and even the American dream. What is exceptional when nearly half the voters prefer a party that consistently takes peoples’ rights away? To be sure, neither party led the civil rights movement. Communities of color and those involved in similar movements had to fight for, sacrifice and even die to obtain the human rights that are under attack today, primarily by the GOP.
Part of that notion of the celebrated triumph of democracy includes replacing the Orange ex-president with Ron DeSantis, the same governor who has been playing with the lives of brown migrants, shipping them around the country as if they were contaminated cargo. And his victory is cheered on by the same pundits that got the elections all wrong.
So that party, which many characterize as fascist, for its direct assault on the right to vote and democracy itself, is the antithesis of the supposed idea of American exceptionalism. No different than those that support dictatorships and authoritarians the world over.
Regarding that Great American experiment, has it truly been an experiment or simply a method by which [white] elites can accumulate, manipulate and impose their power, while facilitating political and racial apartheid, especially against communities of color.
And that American Dream; propaganda at its finest, as though the rest of the world wishes to live in subhuman conditions.
Any system that views the De Santises of the world as saviors of democracy, tells us that freedom, democracy and justice, is still for some, not for all.
Roberto Dr. Cintli Rodriguez is an associate professor emeritus at the University of Arizona Mexican American Studies and is the author of several books, including “Our Sacred Maiz is Our Mother” (2014), “Yolqui: A Warrior Summoned from the Spirit World” (2019) and “Writing 50 years Amongst the Gringos,” published recently by Aztlan Libre Press. Email XColumn@gmail.com.
Las recientes elecciones han puesto de manifiesto una vez más la existencia de dos Américas. Uno es el del mundo de los republicanos, demócratas e independientes. El otro es el formado por los considerados “otros enemigos” por el cuerpo político estadounidense.
Hay una razón por la que el sistema político de este país se conoce como “El Gran Experimento Americano”. Personalmente, no sé cuál es esa razón, pero presumiblemente, es ficción. Similares al excepcionalismo estadounidense e incluso al Sueño Americano, los tres se basan en otros dos mitos fundamentales: la providencia y el destino manifiesto.
Ambos mitos fundacionales sobre la colonización de “las Américas” supuestamente se basan en los deseos de Dios, aunque no, Dios no les concedió a los cristianos/europeos los Estados Unidos, y mucho menos “las Américas”. Es difícil para los estadounidenses comprender la noción de que sus filosofías fundamentales y rectoras siempre han sido, no la democracia, la libertad, la igualdad y la justicia para todos, sino filosofías supremacistas blancos y de naturaleza colonial, y siempre a expensas de las personas de color.
Todos los lugares comunes sobre la democracia y la igualdad tienen poco o nada que ver con las historias de los pueblos de color en los Estados Unidos. Sea testigo de la idea de que en esta elección, según la representante Liz Cheney, con respecto a los republicanos, triunfó el “equipo normal”. Como tal, los Republicanos de ideas afines creen o esperan que estas elecciones ahora hayan enterrado el ala naranja (de los seguidores del ex-presidente) de su partido.
A decir verdad, ninguno de los partidos políticos se han esforzado al 100% por los pueblos de color en el reconocimiento de su plena humanidad y plenos derechos humanos. En lugar de apoyar las reparaciones por la tierra y el trabajo robados, ambas partes han luchado por encontrar soluciones mezquinas, como la acción afirmativa y la “representación igualitaria”, ¿para explotar de manera más equitativa? En ese ámbito, un partido ahora se ha transformado en un partido anti-derechos. La otra parte es generalmente mejor en asuntos domésticos, como el aborto, el medio ambiente y los derechos de las mujeres y los niños, etc., aunque casi idéntica en asuntos internacionales.
Y, sin embargo, cuando se trata de problemas sistémicos, incluido el racismo sistémico, un partido niega esta realidad y cree que todo se reduce al individualismo, incluida la responsabilidad individual. El otro partido dice todas las cosas correctas, pero ¿qué cambia? No importa qué institución viole flagrantemente los derechos humanos de los pueblos de color, la impunidad reina de manera suprema.
Pero todavía se supone que debemos creer en un sistema que explota y deshumaniza a la gente de color, sin tratarlos nunca como seres humanos plenos.
¿Qué es la democracia cuando se ataca a los educadores por enseñar lo que a menudo queda fuera de los libros de texto escolares; el legado del genocidio, el robo de tierras y la esclavitud? ¿Qué es la democracia cuando una nación intenta imponer una historia oficial, una religión, un idioma, un color y una cosmovisión?
Qué es la democracia cuando los estudiantes son programados para creer en cuentos de niños, pero no se les permite aprender historia laboral y cuando no se les puede enseñar un análisis de clase o género en la escuela, y mucho menos teoría crítica de la raza. Todo esto mientras los gobiernos y las escuelas prohíben los libros, las obras de arte, el habla y la música que enseñan lo que las escuelas públicas omiten. Y lo peor es la autocensura que lo acompaña.
Esto no se limita a la historia antigua. ¿Qué es la democracia cuando la discriminación racial, en efecto, es una política oficial de todas las ramas del gobierno, desde local hasta estatal y federal, especialmente cuando se trata de la aplicación de la ley, los tribunales y el sistema penitenciario?
Así que examinemos el excepcionalismo estadounidense, el gran experimento estadounidense e incluso el sueño americano. ¿Qué es excepcional cuando casi la mitad de los votantes prefieren un partido que consistentemente quita los derechos de las personas? Sin duda, ninguno de los partidos lideró el movimiento de derechos civiles. Las comunidades de color y aquellas involucradas en movimientos similares tuvieron que luchar, sacrificarse e incluso morir para obtener los derechos humanos que están siendo atacados hoy, principalmente por el Partido Republicano.
Parte de esa noción del célebre triunfo de la democracia incluye reemplazar al expresidente Republicano por Ron DeSantis, el mismo gobernador que ha estado jugando con la vida de migrantes, transportándolos por todo el país como si fueran carga contaminada. Y su victoria es aclamada por los mismos expertos que se equivocaron en las elecciones.
Entonces ese partido, que muchos caracterizan como fascista, por su ataque directo al derecho al voto ya la democracia misma, es la antítesis de la supuesta idea del excepcionalismo estadounidense. No diferente a los que apoyan dictaduras y autoritarismos en todo el mundo.
Con respecto a ese gran experimento estadounidense, ¿realmente ha sido un experimento o simplemente un método por el cual las élites [blancas] pueden acumular, manipular e imponer su poder, mientras facilitan el apartheid político y racial, especialmente contra las comunidades de color?
Y ese Sueño Americano; propaganda en su máxima expresión, como si el resto del mundo quisiera vivir en condiciones infrahumanas.
Cualquier sistema que vea a los De Santis del mundo como salvadores de la democracia, nos dice que la libertad, la democracia y la justicia siguen siendo para algunos, no para todos.
Roberto Dr. Cintli Rodríguez es profesor asociado emérito en la Universidad de Arizona y es autor de varios libros, incluido “Yolqui: un guerrero convocado desde el mundo espiritual”. También dirige el Raza Killings Database Project: Xcolumn@gmail.com
From The Progressive Populist, December 15, 2022
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