Memory, COVID-19 and Sequelae Violence

By ROBERTO Dr. CINTLI RODRIGUEZ

(Vea la versión en español a continuación.)

In my book on violence, “Yolqui: A Warrior Summoned from the Spirit World,” a PhD student at the University of Arizona, Michelle Rascon Canales, contributed an essay: “‘Brokenheartedness’ or Systematic Killings: Testimonios and Sequelae Violence.” By doing so, she introduces the reader to a concept I had always known and lived but was unaware of its name: Sequelae violence. It might also be referred to as collateral violence or damage.

Something similar has been happening amid the COVID-19 crisis. It becomes clear when one examines the concept and rationale for contact tracing. One person is infected and the objective is to find out who the person recently came into contact with because chances are likely that they may have also been infected, especially if the contact took place in a large group indoors. The transmission often spreads among those closest to the person infected, who could also go on to infect those closest to them, and on and on.

Sequelae violence works differently, but yet, similar. One person gets killed or brutalized [in this case by law enforcement, though it is also true in the thousands of cases involving missing and murdered Indigenous, African American and Migrant women], and it affects those closest to them. But unlike the virus, the effects of those that survive, or upon those closest to the victim, can result not simply in PTSD (post-traumatic stress disorder) but it can also be permanent. In many cases, such violence can affect entire peoples and communities and result in intergenerational trauma.

I see the effect of this sequelae violence on a daily basis among what are referred to as “impacted families” or survivors. They see themselves as members of a family they didn’t choose to be a part of, nor one they want to be a part of. When they step forward, they go from being traumatically scarred victims, to fierce warriors for justice. And yet, despite becoming the best representatives in this fight for justice, they often remain traumatically affected, especially because many of them often have to relive those traumas, especially before an indifferent or hostile judicial system, or when they have to continually speak in public.

As both pandemics simultaneously play out, they are actually having an even wider impact than most people know. According to the Centers for Disease Control, the Indigenous-Black-Brown communities of this nation are being especially hit hard by both C-19. Also, unbeknownst to the general public, the police abuse pandemic is also hitting these same communities hard. This in the midst of a shameful presidential race in which people of color are also being scapegoated for the nation’s major problems – grotesquely fueled by a race-baiting and violence-stoking and producing president – which has created “the perfect storm,” in effect, creating a third pandemic. This includes the scapegoating of Chinese people in this country for the spread of C-19, resulting in increased hate crimes against Asian peoples.

We know the president’s M-O is to stir up racial divisions and angst in this country. Less known is that the racial problems extend beyond the Black-White racial rift we see nationally in the daily news.

This fact and this idea of sequelae violence has been on my mind because this country’s comunidad Mexicana/Chicana and Latina, recently commemorated the 50th anniversary of a most tragic event in their history; on Aug 29, 1970, many thousands of protesters against the Vietnam War, were violently attacked by Los Angeles Sheriff’s deputies and Los Angeles Police Department officers in East L.A., resulting in three deaths. Fifty years ago, represents several generations ago and yet for many, that memory is as alive today as it was then. To this community, this day is akin in significance to the “Bloody Sunday” attack of Black protestors in Selma, Ala., on March 7, 1965.

The outrage remains. The most notable aspect of that day was the killing of journalist Ruben Salazar. And to this day, the question remains; was he killed accidentally or was he intentionally assassinated? Most of my friends from that era vote: assassination. VP candidate Kamala Harris recently weighed in on the topic: “Today we remember and honor the life of Ruben Salazar who was a voice for the Chicano movement, an advocate for civil rights, and a journalist dedicated to truth. His life was taken too soon and his legacy lives on in the voices of those standing up and marching for justice.”

Two things of note: 1) A Biden/Harris administration, in effect, has committed to reopening an investigation into Salazar’s death. We should expect no less. And 2) A Biden/Harris administration should also launch an investigation into the systemic police violence that affects the three above-named communities; it is at a crisis level and these communities can no longer afford to be silenced and invisibilized.

Roberto Dr. Cintli Rodriguez is an associate professor at the University of Arizona Mexican American Studies and is the author of several books, including “Our Sacred Maiz is Our Mother” (2014) and “Yolqui: A Warrior Summoned from the Spirit World” (2019). Email XColumn@gmail.com.

Memoria, COVID-19 y Secuelas de Violencia

Por ROBERTO Dr. CINTLI RODRIGUEZ

En mi libro sobre la violencia, "Yolqui: A Warrior Summoned from the Spirit World", una estudiante de doctorado de la Universidad de Arizona, Michelle Rascon Canales, contribuyó con un ensayo: “‘Brokenheartedness’ or Systematic Killings: Testimonios and Sequelae Violence” (“Corazones rotos' o asesinatos sistemáticos: Testimonios y secuelas de violencia"). Al hacerlo, introduce al lector en un concepto que siempre había conocido y vivido pero que desconocía su nombre: Violencia Sequelae. También puede denominarse violencia o daño colateral.

Algo similar ha sucedido en medio de la crisis del COVID-19. Se hace evidente cuando se examina el concepto y la justificación del rastreo de contactos. Una persona está infectada y el objetivo es averiguar con quién entró en contacto recientemente porque es probable que también haya sido infectada, especialmente si el contacto tuvo lugar en un grupo grande en el interior. La transmisión a menudo se propaga entre los más cercanos a la persona infectada, quienes también podrían infectar a los más cercanos a ellos, y así sucesivamente.

La violencia de las secuelas funciona de manera diferente, pero similar. Una persona es asesinada o brutalizada [en este caso por la policía, aunque también es cierto en los miles de casos que involucran a mujeres indígenas, afroamericanas y migrantes desaparecidas y asesinadas], y afecta a las personas más cercanas a ellas. Pero a diferencia del virus, los efectos de aquellos que sobreviven, o los más cercanos a la víctima, pueden resultar no solo en PTSD (trastorno de estrés postraumático) sino que también pueden ser permanentes. En muchos casos, esta violencia puede afectar a pueblos y comunidades enteras y provocar un trauma intergeneracional.

Veo el efecto de esta secuela de violencia a diario entre lo que se conoce como “familias impactadas” o sobrevivientes. Se ven a sí mismos como miembros de una familia de la que no eligieron formar parte ni de la que quieren formar parte. Cuando dan un paso al frente, pasan de ser víctimas con cicatrices traumáticas a feroces guerreros por la justicia. Y sin embargo, a pesar de convertirse en los mejores representantes en esta lucha por la justicia, a menudo quedan traumáticamente afectados, especialmente porque muchos de ellos a menudo tienen que revivir esos traumas, especialmente ante un sistema judicial indiferente u hostil, o cuando tienen que hablar continuamente en público.

Dado que ambas pandemias se desarrollan simultáneamente, en realidad están teniendo un impacto aún mayor de lo que la mayoría de la gente cree. Según los Centros para el Control de Enfermedades, las comunidades Indígenas-Afro-Americanas y de la Raza de esta nación están siendo especialmente afectadas por el C-19. Además, sin que el público en general lo sepa, la pandemia de abusos policiales también está afectando duramente a estas mismas comunidades. Esto en medio de una carrera presidencial vergonzosa en la que las personas de color también son chivos expiatorios de los principales problemas de la nación, grotescamente alimentadas por un presidente que acosa a La Raza y aviva y produce la violencia, lo que ha creado "la tormenta perfecta", de hecho, creando una tercera pandemia. Esto incluye el uso de chivos expiatorios de los Chinos en este país por la propagación del C-19, lo que a resultado en un aumento de los crímenes de odio contra los pueblos Asiáticos.

Sabemos que el carácter del presidente es para provocar divisiones raciales y angustia en este país. Menos conocido es que los problemas raciales se extienden más allá de la brecha racial entre Afro-Americanos y Blancos que vemos a nivel nacional en las noticias diarias.

Este hecho y esta idea de la violencia secuela ha estado en mi mente porque la comunidad Mexicana / Chicana y Latina de este país, recientemente conmemoró el 50 aniversario de uno de los eventos más trágicos de su historia; El 29 de agosto de 1970, muchos miles de manifestantes contra la guerra de Vietnam fueron atacados violentamente por los ayudantes del alguacil de Los Ángeles y oficiales del Departamento de Policía de Los Ángeles en el Este de Los Ángeles, lo que resultó en tres muertes. Hace cincuenta años, representa hace varias generaciones y, sin embargo, para muchos, ese recuerdo está tan vivo hoy como entonces. Para esta comunidad, este día tiene un significado similar al ataque del “Domingo Sangriento” de manifestantes Afro-Americanos en Selma, Alabama, el 7 de marzo de 1965.

La indignación permanece. El aspecto más notable de ese día fue el asesinato del periodista Rubén Salazar. Y hasta el día de hoy, la pregunta permanece; ¿Fue asesinado accidentalmente o fue asesinado intencionalmente? La mayoría de mis amigos de esa época votan: asesinato. La candidata a vicepresidenta Kamala Harris intervino recientemente sobre el tema: “Hoy recordamos y honramos la vida de Rubén Salazar, quien fue una voz del Movimiento Chicano, un defensor de los derechos civiles y un periodista dedicado a la verdad. Le quitaron la vida demasiado pronto y su legado sigue vivo en las voces de quienes se levantan y marchan por la justicia."

Dos cosas a destacar: 1) Una administración Biden / Harris, en efecto, se ha comprometido a reabrir una investigación sobre la muerte de Salazar. No deberíamos esperar menos. Y 2) Una administración de Biden / Harris también debería iniciar una investigación sobre la violencia policial sistémica que afecta a las tres comunidades mencionadas anteriormente; está en un nivel de crisis y estas comunidades ya no pueden permitirse el lujo de ser silenciadas e invisibilizadas.

Roberto Dr. Cintli Rodríguez es profesor asociado de la Universidad de Arizona en Estudios Mexicoamericanos y es autor de varios libros, entre ellos "Our Sacred Maiz is Our Mother" (2014) y "Yolqui: A Warrior Summoned from the Spirit World" ( 2019). Envíe un correo electrónico a XColumn@gmail.com.

The Progressive Populist, 1 de Octubre de 2020

From The Progressive Populist, October 1, 2020


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